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jueves, 22 de septiembre de 2016

Hay amores que dicen que riegan el alma, y los abrazos el corazón, de ese mismo modo hay personas que ponen tu mundo patas arriba y te convierten en canción.
Su mirada era como adentrarse en un huracán, sentirse absorbida, pero, extrañamente, a la vez, sentir una inmensa paz por dentro, como encontrar tu lugar en el mundo, aunque solo fuese durante esos segundos en los que su mirada se clavaba en mi. A ratos, cuando llovía por dentro, se me empañaban los ojos y el se dedicaba a parar las lágrimas, a arrancar sonrisas de una rota y cosida, pero a la vez deshilachada alma, días malos no tenían significado en un cielo en el que a su lado, escribíamos versos sin darnos cuenta hablando, con la mirada, sin gesticular si quiera, con el corazón temblando y obviamente ya lo sabía por esos entonces, que tenerle y quererle sería mi pecado.
Y como todo pecado conllevó su penitencia, días de dolor, como con cualquier persona que significa algo, lágrimas y el dueño de mi pecho golpeando fuertemente, con firmeza, gritándome que le quería, que le necesitaba, que olvidase ya el orgullo y le contaste lo que sentía y pensaba, pero el cerebro, en su interminable batalla por proteger al corazón, gritaba más fuerte que su melodía era de balada, dañina, y que se terminaba la canción. Y en fin.. como en cualquier batalla, alguno cede y el cora, como siempre, gana.
Inmersa en su mundo, en su sonrisa, en nuestro rumbo, impnotizada con el arte que guarda dentro, en un rincón, puras notas musicales, que tocaría con el bajo el edredón mil noches y mil días, el me convierte en canción.
Y al final.. junto a el le creo musa y sin tenerle hago más que arte, será que el dolor me sumerge por dentro y mi musa me visita para romperme e inspirarme, no lo sé, sólo se que al verle mi pecho se acelera y mi alma arde, que si hablase el dueño de este diría que para el nunca será tarde.
Recuerdo noches de melancolía absoluta, en absoluta decadencia, perdida en libros, metida en poesía, añorando su presencia, queriendo ser su poema, su corazón y su conciencia, queriendo ser su estrofa, su lealtad y su esencia.
Ojalá pudiera no sentir esto por el, ojalá cada vez que le viese sonreir no se generase un nudo en mi estómago que oprimiese mi alma, ojalá no sintiese como se me nubla la vista y se me empapa de dolor el ánima, mientras el dueño del pecho busca calma, en el interior de tus pupilas, a ver si descubre lo que guardan, porque no es normal tanta magia en unas simples miradas.
Sus ojos se posan en mi, se me ruboriza la calma, siento el cuerpo ponerse en movimiento y se me nubla el alma, segundos más tarde, mi mente arde y el tiempo se para. Ojalá nunca acabará todo esto, ojalá tus brazos fueran el lugar en el que cumplir mi arresto, ojalá la vida fuese tu significado y sólo yo pudiera descifrar la respuesta, en prosa o en verso, cargando juntos las penas.

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